giovedì 8 luglio 2010

Dante y el Islam.




Los argentinos descendemos de los barcos. Nuestra tierra acogió generosamente las ilusiones y esperanzas de millones de inmigrantes y obtuvo, como contrapartida, el trabajo duro de italianos, españoles, árabes, y tantos otros pueblos que hicieron de éste un país prospero y una segunda patria.

La Argentina, como toda América, es un crisol de razas. En nuestra sociedad se conjugan los aportes de la cultura indígena, europea y oriental. Todas y cada una de ellas han contribuido a formar nuestra identidad como argentinos. Por mis venas corre sangre árabe, italiana, española, griega y francesa. Y estoy orgullosa de ello. Soy argentina y a la vez me siento ciudadana del mundo. “Contengo multitudes”, como escribió Whitman.

Esta misma amplitud; esta misma convergencia de culturas es la que da a la obra dantesca el merecido título de “Poema Universal”; porque naciendo de un juramento de afecto (Ver Vita Nova, capítulos XXVIII-XXIX) y con el firme propósito de glorificar a la mujer amada, recoge en sí todos los elementos de la vida mundial – la historia, la política, la religión – todas las formas del arte – la lírica, la epopeya, el drama – y une todos los géneros poéticos – el himno, la sátira, la tragedia y la comedia.

Esta vasta descripción del mundo y del hombre, que termina con la apoteosis de Beatriz, no puede no incluir el aporte y la influencia del mundo y la cultura árabe. Las fuentes de Dante son numerosas y no son solamente clásicas. La biblioteca del Poeta florentino contenía también varios volúmenes pertenecientes a la producción islámica y hebraica ya que la civilización europea medieval, sobre todo gracias a las cortes de algunos potentes señores, era rica de relaciones multiculturales.

Dante vivió en una época en la que las relaciones entre el mundo cristiano y el musulmán eran muy estrechas, sobre todo en el área mediterránea. Dos importantes personajes históricos contribuyeron a reforzar los lazos entre Oriente y Occidente: Federico II, emperador y rey de Sicilia y Alfonso X el Sabio. Ambos tuvieron estrechos contactos con personalidades del mundo árabe, lo que facilitó la transmisión y el intercambio de cultura. Alfonso el Sabio, por ejemplo, creó la famosa escuela de Toledo en la que se traducían textos de todo el mundo al castellano y del castellano al latín o al francés antiguo. En esta escuela trabajó como traductor Bonaventura da Siena, a su vez amigo de Brunetto Latini, el famoso maestro de Dante. Todo este complicado círculo de conexiones sirve para probar que Dante seguramente estuvo en contacto con la producción literaria islámica de la época.

Esta es la hipótesis que avanzó Miguel Asìn Palacios , en 1919, en su obra “La escatología musulmana en la Divina Comedia” al afirmar que las analogías entre algunas obras árabes y el poema dantesco no son pocas. El ejemplo más claro es el del llamado “Libro de la Escalera” del siglo VIII el cual describe un viaje de Mahoma al infierno y al paraíso con el ángel Gabriel como guía. Este volumen fue traducido del castellano al latín y al francés por el ya mencionado Bonaventura da Siena.

En el libro de la Escalera, el Profeta, así como el Poeta en su Comedia, tiene la posibilidad de observar una serie de horrendos suplicios: los hipócritas son golpeados con una enrome piedra en la cabeza la cual aparece integra y sana a continuación de manera que el verdugo pueda repetir indefinidamente el suplicio.
El castigo de los embusteros consiste en la introducción de un arpón de hierro en la boca que les destroza las mejillas, los ojos y la nariz.

Más adelante el Profeta encuentra un rio rojo en el cual nada a mala pena un hombre, culpable del pecado de usura, que lucha por llegar a la orilla. Cuando está a punto de llegar, un verdugo lo obliga a engullir una enorme cantidad de rocas hirviendo y a volver a nadar al centro del rio. Este suplicio se repite, así como los precedentes, ab aeternum.

En estos ejemplos del libro de la Escalera no es difícil identificar la ley dantesca del contrapaso; aquella según la cual existe una relación de analogía entre el pecado cometido y la punición. Así mismo, al final del viaje en el infierno, el Profeta recibe la misión de describir a los hombres lo que ha visto de manera que ellos puedan salvarse de la condena eterna:

“ [...] Entonces Gabriel me dijo: "Mahoma, has impreso en tu corazón todo lo que has visto? Y yo respondí que sí. Entonces el me dijo: Ve y todo lo que has visto refiérelo e ilústralo a los tuyos de modo que lo sepan y se mantengan en la justa vía de la ley, y piensen y se conduzcan de manera tal que merezcan el paraíso y se salven del infierno” .

El mismo mandato recibe Dante de Beatriz en el momento en el que está por despedirse del purgatorio:

Tu nota; e sì come da me son porte,
queste parole segna a’ vivi
del viver ch’è un correre a la morte.
(Purgatorio, XXXIII, vv. 52-54)

Toma nota; y lo mismo que las digo, lleva así mis palabras a quien vive el vivir que es carrera hacia la muerte.
(Purgatorio, XXXIII, vv. 52-54)

Sin lugar a dudas, una atenta relectura de la Comedia, libre ya de prejuicios interpretativos, permitiría individuar otros indicios de un Dante conocedor del legado árabe e islámico.

Otra hipótesis interesante es la de aquellos que individuan en el célebre íncipit del canto VII del Infierno, “Pape satan, pape satan, aleppe”, una asonancia con el árabe: “bab sciaitan, bab, sciatan, alebb”, cuyo significado seria: “Es la puerta de Satanás, es la puerta de Satanás, detente”.

Pero veamos qué trato reserva Dante a importantes personajes del Islam: en el canto XXVIII del Infierno encontramos a Mahoma y a su yerno Ali entre los sembradores de discordia, es decir, aquellos que en vida provocaron laceraciones políticas, religiosas y familiares. La pena reservada a estos pecadores es particularmente atroz lo cual ha sido percibido por algunos estudiosos árabes como un insulto. De hecho, en la traducción al árabe de la Divina Comedia realizada por el filólogo Hassan Osman faltan completamente los versos del 22 al 63 puesto que considerados un error de Dante en el juzgar al Profeta del Islam.

Pero el retrato de Mahoma en la Divina Comedia es un caso aislado y una lectura más atenta del poema revela un trato sorprendentemente positivo respecto de otros personajes del mundo islámico. El Limbo es el lugar destinado a aquellas personas que, habiendo nacido antes de la venida de Cristo, no han conocido la fe católica. Por este motivo, en el más allá, no sufren pena ni castigo pero les es negada la visión de la divinidad. En este lugar Dante coloca a grandes filósofos griegos como Aristóteles y Platón pero junto a ellos, y para nuestra sorpresa, encontramos a dos grandes filósofos árabes, Avicena y Averroes (Ibn Sinas e Ibn Rushd en árabe) y un grande guerrero árabe, Salah ad-Din, conocido por sus contemporáneos como un ejemplo de liberalidad religiosa hacia los cristianos.

Cabe preguntarse entonces, ¿por qué Dante condena al fuego del infierno algunos musulmanes y a otros los salva en el limbo? ¿A qué se debe esta contradicción? No debemos olvidar que el poeta florentino vivió a caballo entre la tradición medieval en la que el Islam era considerado un enemigo y la modernidad racionalista la cual tanto debe a la cultura y civilización árabe.


Quizás la aparente contradicción de Dante pueda ser explicada como una deliberada estrategia retorica absolutamente necesaria en el clima intelectualmente represivo en el que el poeta escribió. Durante el Medioevo, las herejías religiosas podían ser castigadas con la excomunión, la cárcel e incluso la muerte. Bajo estas circunstancias, el Sumo Poeta seguramente se debatió entre no alarmar a sus lectores ortodoxos y la profunda admiración que sentía por los grandes pensadores de otros credos. Quizás, considerar esta hipótesis, sirva a los lectores musulmanes para abandonar el sentido de frustración y de ofensa que sienten al leer el canto XXVIII del Infierno. El descubrimiento de la influencia islámica en la obra de Dante sirve también para eliminar una serie de lugares comunes respecto de la incomunicabilidad entre cristianos y musulmanes en época medieval.

Para concluir podríamos recordar la novela del Boccacccio cuya secuencia narrativa es un verdadero elogio a la tolerancia en clave metafórica: un padre que poseía un valiosísimo anillo cuyos tres hijos pretendían, decide hacer dos copias idénticas de la joya y entregarlas a escondidas a cada uno de los hijos. Así cada uno de ellos está convencido de poseer el precioso anillo pero solo el padre sabe cuál es el verdadero. La simbología del anillo proporciona una inteligente respuesta en merito a cual ley “o la judaica o la sarracena o la cristiana” sea la verdadera .

La misma idea tiene su término de comparación en las palabras escritas por Ibn ‘Arabi alrededor del 1230:

لقد صار قلبي قابلا كل صورة
فمرعى لغزلان وديْرٌ لرهبان
وبيتٌ لأوثانٍ وكعبة طائف
وألواح توراة ومصحف قرآن
أدين بدين الحبّ أنّي توجّهت
ركائبه فالحبّ ديني وإيماني

“Mi corazón se ha hecho capaz de acoger todas las formas: / Es prado para las gacelas, monasterio para los monjes, / altar para los ídolos, piedra negra para los peregrinos, / Tablas de la Ley y Libro del Corán. / Profeso la religión del Amor, y voy donde me arrastre / su cabalgadura, pues el Amor es mi credo y mi fe”.

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