lunedì 4 gennaio 2010

“Valley of the Wolves, Iraq”




Históricamente el hombre necesitó siempre diferenciarse, agruparse y establecer clasificaciones aún al interno de su propia especie. Nos definimos por contraposición y exclusión. Somos porque no somos. Norte, Sur; Oriente, Occidente; arios, latinos, semitas; blancos, negros. Necesitamos delimitar el grupo al que pertenecemos y lo hacemos resaltando nuestras diferencias. El otro define nuestra identidad. Gracias al otro pertenecemos y nos integramos con los nuestros.

Todo esto está muy bien, es lógico, natural y hasta podemos decir que no hace mal a nadie. El problema surge cuando, para exacerbar el sentimiento de pertenencia a un grupo, se recurre sistemáticamente a la demonización del otro; cuando se coloca al otro en una categoría no-humana que, por consiguiente, es necesario obstaculizar, contrastar y anular.

Es un fenómeno que ha existido siempre pero al que asistimos en manera creciente en los últimos siglos y ha sido, sobre todo, una de las características principales del conflicto con el Medio Oriente.

La película que menciono en el título – “Valle de los lobos, Iraq” – es un claro ejemplo de esta tendencia a la demonización del enemigo por la cual son mayormente responsables los medios de comunicación masiva ya que con ella ensanchan la distancia que existe entre nosotros y los otros, aumentando los riesgos de agresividad y destructividad.

Se trata de una película turca del año 2006 muy popular en su país de origen. Está ambientada en el Iraq ocupado por los Estadounidenses y tiene como protagonista un súper agente turco (una especie de Rambo turco) que debe vengar a un amigo por la deshonra que sufrió por manos del “diablo blanco”.

La historia inicia con la representación de un incidente de la vida real: un grupo de soldados y civiles de la Turquía, país aleado con USA contra Iraq, fueron detenidos por fuerzas estadounidenses a punta de pistolas y con bolsas en sus cabezas. Toda la cuestión se reveló un error al cabo de 60 horas de detención pero el pueblo turco, aparentemente, vivió los acontecimientos como una gran ofensa a su orgullo nacional.

Uno de los oficiales detenidos, no pudiendo soportar la vergüenza decide suicidarse, pero antes de hacerlo escribe a su amigo Polat Alemdar, para pedirle venganza por el ultraje sufrido. De aquí el viaje de este agente al Norte de Iraq para cumplir la misión que le ha sido encomendada.

La película levantó una enorme polvareda en su momento porque retrata a los americanos, a los cristianos y a los judíos como verdaderos villanos. Sam William Marshall, el antagonista, declara haber venido a Iraq para ayudar a crear el Reino de Dios en nombre de la Cristiandad. El actor americano Gary Busey interpreta a un médico judío que extirpa los órganos de los detenidos iraquíes para enviarlos a EEUU, Inglaterra o Israel. La película también tiene episodios de violencia y de maltrato hacia los detenidos que se inspiran “libremente” en sucesos verdaderos, como las gravísimas violaciones a los derechos humanos en la prisión de Abu Graib o la masacre de un grupo de afganos que eran transportados dentro de un convoy hacia una prisión (Información sobre los sucesos verdaderos aquí).

La película no rescata a ninguno. Hay incluso para los kurdos quienes son acusados de ser marionetas en manos de los americanos. El Islam, en cambio es presentada como una religión de paz a través de la fantástica actuación de uno de mis actores favoritos: Ghassan Massoud. La lista de categorías humanas es interminable (Kurdos, musulmanes, turcos, judíos, cristianos, americanos, árabes) y la exaltación del sentimiento nacional, una vez más, olvida que somos todos ciudadanos del mismo mundo.

La crítica no se circunscribe a la película “Valley of the Wolves, Iraq” solamente, sino que se extiende al descuido de la importante función social que el cine, la literatura, los medios de comunicación deben cumplir hoy en día y a la falta de complejidad y de profundidad de pensamiento a la que ellos nos tienen acostumbrados.

Nos asombramos cuando el mundo árabe se alza en protesta en contra de los dibujos ofensivos del profeta Mahoma pero reaccionamos de la misma manera cuando del otro lado se produce un film que nos retrata como crueles invasores olvidando que Hollywood tiene una larga historia de villanos árabes, tal y como nos lo recuerda el genial John Stewart:

The Daily Show With Jon StewartMon - Thurs 11p / 10c
Film Threat
www.thedailyshow.com
Daily Show
Full Episodes
Political HumorHealth Care Crisis



El arte no debería contribuir a agravar el choque de civilizaciones ni obstaculizar el dialogo entre culturas. La contraposición entre Occidente y el Islam es, no solo históricamente infundada, sino que sirve como una peligrosa justificación de conflictos detrás de los cuales se esconden despiadados intereses económicos.

Así mismo, simplificar las cosas identificando la propia causa con el Bien Supremo y la del otro con el Mal Absoluto es expresión de la falta de intención de conocer al prójimo. Es imprescindible que el cine, como toda otra manifestación artística, se convierta en un instrumento de educación a la paz que tienda progresivamente a la identificación con el otro y al reconocimiento del otro como igual.

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