giovedì 31 dicembre 2009

De vuelta a Haifa



“Un error sumado a otro error no da un resultado justo.”


“el peor delito que un hombre puede cometer es el de creer, aunque sea por un instante, que la debilidad y los errores de los otros le dan el derecho de existir a costa de ellos y de justificar sus propios errores y delitos…”, son las palabras de Said S., el protagonista del cuento “Regreso a Haifa” del escritor palestino Ghassan Kanafani. Ambos, autor y cuento, me fueron sugeridos por el profesor Makdisi de la UCLA. Ambos, autor y cuento, sacudieron mi conciencia y mi sensibilidad por la humanidad y la fuerza emotiva de las palabras.

En este “Regreso a Haifa” una pareja de palestinos, a gran distancia de tiempo, retorna a su ciudad natal; ciudad que debieron abandonar en 1948 como consecuencia de la guerra que dio como resultado el nacimiento del Estado de Israel. La casa está ahora ocupada por una pareja de hebreos, que huyendo de los horrores de Auschwitz, han iniciado una nueva vida en Israel. Esta nueva vida incluye la adopción de un niño, un pequeño árabe que fue abandonado en esa misma casa durante la expulsión del pueblo palestino. Podrán ya imaginar de quien se trata. Said S. y su esposa se reencuentran con su casa y con su hijo, nacido árabe y ahora convertido en soldado de Israel que rechaza terminantemente a sus padres biológicos, criticándoles el no haber luchado con todas sus fuerzas para defender su tierra y su sangre.

El apólogo del protagonista es esencial e indispensable: la suma de dos errores no da un resultado justo. Los horrores a los que el pueblo israelí ha sido sometido a lo largo de toda su historia no son motivo suficiente para justificar la negación y la expulsión del pueblo palestino. Y el mundo Occidental no puede pretender redimir sus culpas apoyando incondicionalmente el proyecto sionista. No hay dudas: el Holocausto perpetrado contra el pueblo de Israel fue uno de los mayores crimines en la historia de la humanidad. No sólo eso, en Europa y América, a lo largo de los siglos, la comunidad hebrea ha sido víctima de una infinidad de injusticias producto de la ignorancia y del fanatismo. Fueron masacrados, segregados, obligados a portar ensenas que los identificaran, acusados de deicidas, usureros y asesinos. El cristianismo y la mayor parte de las potencias occidentales son los responsables de tan tremendo delito.

Todo ello, no obstante, no coloca a la comunidad hebrea, en el siglo XXI, por encima de las normas de derecho internacional ni les otorga carte blanche para construir su país a expensas de un pueblo que, les guste o no, existe y es titular de derechos inalienables e innegables.

Desde 1967 y en contra de las resoluciones de la ONU y las sentencias de la Corte Internacional de Justicia, Israel mantiene el control de hecho sobre el territorio de la Cisjordania, la Franja de Gaza y Jerusalén Este, negándose a establecer su frontera definitiva, impidiendo la constitución de un Estado palestino y propagando los asentamientos israelíes en territorio Palestino. Sumado a ello, la construcción de un muro, los innumerables check points y los impredecibles toques de queda hace imposible la vida cotidiana del pueblo palestino. Todo ello es parte de un plan del Estado de Israel para obstaculizar el nacimiento de un Estado palestino y para echar a la población árabe de su tierra.

De nuevo “un error sumado a otro error, no dan un resultado justo”; con la suma de dos crímenes no se obtiene una justa causa; las víctimas no tienen el derecho de convertirse en victimarios. Sin necesidad de ir demasiado lejos en el tiempo, el día viernes 11 de Diciembre de 2009 una mezquita en la Cisjordania fue objeto de actos vandálicos por parte de los habitantes de un asentamiento hebreo. Los vándalos quemaron tapetes para las oraciones, libros de textos sacros y dejaron grafitis con amenazas. La tendencia difusa es la de reaccionar de esa manera ante las acciones del propio gobierno Israelí para frenar la construcción de asentamientos ilegales. Cada vez que el ejército de Israel intenta frenar la construcción de un asentamiento, sus habitantes reaccionan, por ejemplo, agrediendo a los palestinos y quemando sus huertos de olivos. La cosa tiene todo el sabor de los antiguos pogroms y linchamientos en contra de los habitantes de los ghettos hebreos por lo que la pregunta surge naturalmente: ¿realmente piensan que una historia de sufrimiento y persecuciones puede justificar el haber despojado a todo un pueblo de su tierra y de su derecho a constituirse como Nación? ¿Cuál es la lógica que justifica la negación y la opresión de un pueblo con la negación y la opresión de otro? La experiencia pasada del comunidad judía, ¿no debería ser más bien una fuerza que nos empuje a luchar por la libertad de autodeterminación de todos los pueblos y por la eliminación de toda discriminación por motivos de raza o religión?

El libro de Kanafani denuncia con valentía esta realidad y nos habla de una unión de dos diásporas, la hebrea y la del pueblo palestino, pero presentándolas en toda su humanidad y tragedia, sin demoniza al enemigo, sino mostrándolo con un rostro humano capaz de comprender la tristeza y el dolor de los antiguos ocupantes de esa tierra. Todo ello me pareció un perfecto ejemplo de esa “art engagè” y de aquellos escritores que ponen su arte al servicio de una causa, utilizándola como medio para denunciar situaciones injustas.

Ghassan Kanafani fue el primer escritor árabe que habló de Adab al-Muqawamah (literatura de la resistencia) convirtiéndose en el principal representante de un grupo de palestinos que desde el exilio han contribuido a luchar por la causa palestina a través de sus obras artísticas. Esta “Literatura de la Resistencia” se convierte en una obra de denuncia del drama de un pueblo expulsado de su propia tierra, desarraigado y disperso. Lamentablemente, Kanafani fue asesinado con un auto-bomba en 1972. La responsabilidad del atentado fue atribuida al Mossad, la agencia de inteligencia hebrea.

Su obra, de todos modos, sigue viva convertida en una perenne denuncia de las injusticias que sufre el pueblo palestino porque, como decía Brice-Parain “las palabras son armas cargadas”: hablar es disparar. Así lo ensena Jean-Paul Sartre en su ensayo “¿Qué es la literatura?” cuando dice que el escritor elige develar el mundo y el hombre a los otros hombres para que ellos teniendo pleno conocimiento de causa asuman su responsabilidad. “Nadie puede ignorar la ley, porque existe un código y la ley es escrita: luego uno es libre de violarla pero conociendo los riesgos que corre. Análogamente la función del escritor es lograr que ninguno pueda ignorar lo que ocurre en el mundo o pueda considerarse inocente.”

1 commento:

  1. O simplemente sera q los grandes gobiernos encuentran en el fanatismo religioso la oportunidad justa para "dirigir a las masas" en direcciones convenientes para unos pocos? Acaso quien siquiera puede jactarse de conocer a ciencia cierta "las Directivas de Dios"? Tal vez (humilde opinion) seria mejor saltearse taantas instituciones y cargos politico/religioso y hacernos con una imagen propia de Dios, no seria bueno q "judio" "cristiano" o "musulman" fuesen palabras q nunca hayan existido?? q tal si tan solo nos llamamos "hombres"? un placer leerte che! Emmanuel...

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